domingo, 18 de enero de 2015

Patricia, el ángel que los guarda


Era una adolescente cuando llegó a El Campito como voluntaria . Hoy cumple años.  Los chicos –en quienes se ve reflejada- no se van a perder la fiesta de tenerla como todos los días. Ahora, durante las vacaciones, en la colonia de verano.
  
Es una más de ellos. Así se siente, así  lo dice su historia. Porque Patricia Lugo llegó a los 14 años al comedor  El Campito,  tal vez con las mismas necesidades que los cien chicos que hoy llegan en dos turnos a disfrutar de la recreación, comida y amor que se les brinda desde hace 20 años en este rincón de Villa Soldati. Hoy a los 34, Patri –como le dicen todos- es un ejemplo para toda la comunidad  y una” ídola” para los más pequeños. Porque se superó y lo sigue haciendo cada día, porque con el apoyo de las monjas que administran La Casa del Niño El Campito, en la calle Deheza1375  https://www.facebook.com/pages/Casa-del-Ni%C3%B1o-El-Campito/596996297073342
 terminó el secundario y aceptó el desafío de esas mujeres que no visten hábito pero sí llevan su cruz en el pecho y se anotó en un curso de cocina que está a punto de terminar –solo le falta una práctica final para recibirse de chef- y porque todo ese amor lo está devolviendo en cada plato, en cada merienda que sirve, en cada sonrisa que disimula cuando entra a la cocina  con la fuente vacía.
Patricia es hoy la cocinera de El Campito y trabaja desde la mañana hasta las 14.30. En realidad, ese es su horario. Pero se queda siempre después de hora cebando unos mates  ahí, en esa casa que fue su refugio y hoy su trabajo. “Las hermanas me estimularon siempre. Me dicen que tengo que trabajar en un restaurant. Me gustaría, claro, pero también soy feliz acá”.

Con la hermana Elina y niñas de El Campito, felices.
Sabe que los chicos la observan y  admiran. Hicieron un mural representando su mundo. Y ahí dibujaron la canchita de fútbol, un árbol, unos honguitos, el río contaminado y ella, Patricia, con una sonrisa generosa y feliz señalando el timbre, el llamado para que se abran las puertas ( todo un símbolo). “Bastante más joven” –disimula su emoción- en verdad cuando vi que me habían dibujado, me puse a llorar”.
Ellos la eligieron como ella elige perderse entre sus gritos y bromas cada vez que sirve la mesa o cocina una torta para un día especial. Como cuando se mezcla entre los varones –“son mi debilidad, más simples, más directos” en un partido de metegol y sueña con tener cuatro hijos, sí, varones, y seguramente todos hinchas de River.


“En las malas, mucho más” -tiene tatuado bajo la nuca la misma frase  grabada en la piel de  Fernando Cavenaghi. Un homenaje a su ídolo pero también un himno a la vida, a la lucha, a la perseverancia. Y un “Gracias Antonio Gauchito Gil” por una promesa cumplida.  Y los siete nombres de sus sobrinos en la cara interna del  antebrazo derecho: Sergio, Gabriel, Marcos, Sofia, Jeremías, Martín, Isaías.  Y está feliz, porque bajo su hombro derecho va creciendo una figura que soñó, que imaginó, una cara, una mujer, que su tatuador interpretó muy bien. Y que como muchas veces pasa en la vida, a Patricia, le cuesta terminar. Pero de a poco se va completando gracias al regalo de una amiga. Porque Patri también” cocina” amigos fieles que van leudando, como sus panes y tartas.

                                                                
                                                                                        SMC                                                                                                                     


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